por David Lozano Díaz
Una especie de Bauhaus, es como Mathias Goeritz, en pocas palabras, trata de convencer al arquitecto y teórico italiano Alberto Sartoris de venir a México. En 1950, a través de cartas, lo invita a ser profesor del proyecto al que él mismo fue atraído y que le emocionaba bastante. La primera Escuela de Arquitectura de Guadalajara, fundada en 1948 por Ignacio Díaz Morales.
Y aunque el comentario de Mathias podría sonar exagerado, había ciertas cosas que le daban sentido. Parecía interesante que, al igual que en Weimar, desde una provincia surgiera una institución promesa que pudiera cambiar los paradigmas de la arquitectura actual. Promesa que hizo venir a Goeritz a nuestro país como profesor de esta escuela en la capital de Jalisco.
Su fundador, Ignacio Diaz Morales había intentado, por 18 años, crear esta escuela, pero no había tenido éxito. La ciudad se encontraba en un momento en que comprendía que su desarrollo económico iba al alza y el crecimiento y cambios urbanos serían inevitables. Por ello era necesario tener profesionales con un profundo arraigo y entendimiento de su contexto regional para responder a las necesidades sociales de su profesión.
Bajo la recomendación de su gran amigo, Luis Barragán, pudo compartir su sueño al recién nombrado Gobernador del Estado, Jesús González Gallo. Entendiendo la importancia del proyecto, este involucró a la Universidad de Guadalajara. Pronto, se le dio luz verde para comenzar lo antes posible con la escuela.
Para Díaz Morales una arquitectura moderna adecuada tenía más que ver con lo que la Bauhaus había logrado en su momento. Por el contrario, las propuestas de Le Corbusier, por más alcance que hayan tenido, le parecían detestables. Entonces se encuentra con el problema de no disponer de suficientes profesores locales que puedan cumplir con su objetivo. La mayoría en el país, seguía una tendencia lecorbusiana, según veía.
Con la prisa de comenzar de una vez con la escuela, viaja a Europa para analizar los planes de estudio de ese momento en distintas universidades. Aunque siempre se tendría de base al de la Bauhaus. Visitando distintos países, recibe la recomendación desde España, de su amigo Alejandro Rangel Hidalgo, de considerar para su escuela a un par de artistas. Se trataba de Mathias Goeritz y Marianne Gast, a quienes no pudo conocer en persona porque ya se estaba regresando a México. Pero la idea de tener profesores europeos le agradó bastante.
A los meses, ya iniciada la escuela, ve necesario el contratar profesores europeos con un perfil afín a sus objetivos. Ya que, con ellos, se lograría tener la arquitectura que la ciudad necesitaba. Luego de algunas platicas, convence al gobernador y al rector de la Universidad, de aprovechar la oportunidad del contexto que se vivía. Por lo que partió de nuevo al viejo continente en 1950 y de nueva cuenta viajó a distintos países logrando encontrar a jóvenes arquitectos interesantes.
Los primeros en llegar habían sido Mathias Goeritz y Marianne Gast, en 1949, que fueron la sensación entre los estudiantes. Las clases de Historia del Arte de Mathias, no buscaba grabar en la memoria de los alumnos montones de fechas y términos específicos de los estilos artísticos. Por el contrario, buscaba que los alumnos comprendieran y analizaran las cualidades de piezas de distintas épocas exponiéndolas de manera simultánea. La clase de Educación Visual, como es sabido, brindó de gran sensibilidad a los estudiantes gracias a su experimentación. Aquí, pudieron comprender características de varios materiales, conocer texturas, colores y formas que servirían para la composición arquitectónica. Por su parte Marianne, aunque solo pudo dar clases de francés, sirvió de apoyó en las clases de Mathias cuando él estaba ausente. Aunque se cree que también llegó a dar clases esporádicas de fotografía a los alumnos.
Carlangelo Covacevich, venido de Italia, impartió la clase de Historia de la Arquitectura. Y de manera similar a la de Goeritz, no buscaba enseñar a partir de los estilos a través de los años. Se procuraba un entendimiento del contexto cultural, político y social que se vivía en cada época y cómo la arquitectura se iba configurando respondiendo a ello.
Para las materias de Matemáticas y Resistencia de materiales estuvieron a cargo, Manuel Herreros que llegó de Madrid y Silvio Alberti, llegado de Milán, respectivamente. Para el primero implicó cierto reto enseñar a los alumnos ya que tenía que nivelarlos porque no aprendieron suficiente de cálculo en la preparatoria. Y aunque para el segundo hubo una situación similar, no se buscaba solamente que el alumno fuera capaz de realizar cálculos estructurales. En realidad, se requería que tuviera un amplio criterio entendiendo cómo es que se comportan las estructuras con diferentes esfuerzos.
Quien también vino de Italia fue Bruno Cadore, quien daba la materia de Composición, y se encargaba de sintetizar en el alumno todo lo visto en el resto de las materias. Con su amplio conocimiento de la arquitectura contemporánea, daba referencias como apoyo a sus clases. Luego de algunos años, él se ocuparía de la clase de Historia de la Arquitectura.
En materia de Introducción al urbanismo y Planeación, Horst Hartung Franz, de Alemania, fue el indicado. Interesado bastante en las culturas prehispánicas en el sur de México, realizó constantes viajes para investigar sobre ellas. Luego de un tiempo realizó un libro en alemán sobre la arquitectura maya y también comenzó a impartir la materia de Historia de la Arquitectura de México.
El más joven de todos fue Eric Coufal, quien llegó desde Viena con 24 años. Él se encargó de dar la clase de dibujo a mano alzada, buscando mejorar las habilidades de los estudiantes y también introducir al dibujo técnico dentro la profesión.
Además, había otras materias optativas que se podían tomar a lo largo de la carrera como música, francés, filosofía, estética, sociología, jardinería, entre otras. Con ello, se pretendía dar la opción de complementar los conocimientos de los alumnos y aumentar su sensibilidad en otros temas. Al final, se relacionarían con las materias troncales en algún punto haciendo más completo su criterio.
La intención entonces, no fue crear propiamente una nueva Bauhaus. Solo aprender de ella y usarla como punto de partida. Se quería que se pudiera generar un nuevo lenguaje arquitectónico local pero completamente moderno. Incluso el fundador no quiso que los alumnos conocieran su obra profesional ni la de sus contemporáneos, realizaron en la ciudad años antes, incluida la de Luis Barragán. Esto debía ser un nuevo comienzo.
Aunque todos modernos, provenían de distintos países, con distintos idiomas, distintos bagajes culturales, llegando a un país con un contexto completamente ajeno. Parecía que la escuela estaba destinada al fracaso. Sin embargo, la total disposición y apertura de los profesores extranjeros, como de los locales, además de su disciplina, lograron que todo funcionara.
Así, desde el primero de noviembre de 1948 dio inicio la enseñanza de la arquitectura en Guadalajara. Y con ella, nuevos arquitectos fueron dando forma a la ciudad con una identidad e idea de modernidad propias.