Una casa para las artesanías en Guadalajara

por David Lozano Díaz

Teniendo a Tlaquepaque y Tonalá, dos centros alfareros de gran importancia como vecinos, Guadalajara se convirtió por rebote en un epicentro para la promoción y comercialización de la artesanía. Así, en 1963, el gobierno de Jalisco decidió desarrollar un espacio para promocionar la obra de artesanos de todas las regiones del Estado.

Este proyecto se realizó con el fin de impulsar y conservar la producción artesanal tradicional de Jalisco y posicionarla en el mercado nacional e internacional. También, se buscaba dar asesoría técnica para mejorar los procesos de producción, pero también mejorar la administración económica. Además, de dar apoyos y créditos para que continuaran desarrollando más y mejores piezas.

Bajo una convocatoria por invitación, un grupo selecto de arquitectos locales concursaron para realizar su propuesta de lo que sería la Casa de las Artesanías. El ganador resultó ser Eric Coufal, arquitecto vienés que radicaba en Guadalajara siendo profesor de la primera Escuela de Arquitectura de la ciudad.

El que haya ganado él esta convocatoria realmente tenía cierta coherencia no solo por su calidad como proyectista. Su país de origen, Austria, tiene una amplia tradición y fama por su artesanía de alta calidad. Para el caso de Coufal, la artesanía no le era ajena, porque incluso fue gracias a ella que llegó a nuestro país. Cuando Ignacio Díaz Morales llegó a Viena para buscar profesores que pudieran venir a dar clases en la escuela, se encontró con Coufal, quien le obsequió un angelito en talla de madera realizado por él mismo. Díaz Morales quedó sorprendido por su calidad provocando que fuera invitado como profesor.

Fotografía: Zaira Carbajal Abud

Siendo a la vez artesano, un arquitecto completamente moderno, su propuesta se conformó por volúmenes abstractos. Tres prismas rectangulares, pareciendo que dos de estos sostuvieran al tercero dejando un hueco por debajo, dando lugar al ingreso; Cada uno de ellos albergaría una función distinta. Al mismo tiempo, los volúmenes están elevados medio nivel respecto al nivel de banqueta. Así se logró tener una pequeña plaza rodeada de una escalinata que asemeja el cuadrángulo de una pirámide.

Interesado en la cultura mexicana, fue adoptando y reinterpretando ciertos elementos locales o regionales en varias de sus obras. Así, diseñó una celosía modular de concreto, que al momento de ensamblarlas parecerían las siluetas estilizadas de decenas de milpas creciendo. Esta textura permitiría el ingreso de luz al interior de los dos volúmenes base del edificio.

El volumen poniente tuvo la función de sala de exposiciones permanente para mostrar las mejores piezas de artesanía que se realizaban en el estado. Al exterior, este es el único volumen recubierto con cantera amarilla, típica de la región, pero ya imposible de conseguir en la actualidad. Aquí también se puede ver una de las obsesiones de Coufal, que era la modulación. Cada panel de cantera y cada pieza de la celosía de concreto encajan perfectamente en la fachada. No hay una sola pieza recortada por exceso. Se diseñó a partir del módulo.

Fotografía: Zaira Carbajal Abud

El volumen oriente, conformado por dos medios niveles, cuenta con un patio central, lo que permite apreciar el espacio más ampliamente. Con esta idea, Eric decide que los techos de esta habitación cuenten con la técnica tradicional de bóveda de pañuelo. Esta se caracteriza por hacerse dentro de un cuadrado y colocar los ladrillos de manera diagonal, generando una textura menos convencional. En este espacio, se exhiben las piezas para venta desde muebles hasta adornos y utensilios para el hogar, todos de diversas culturas a lo largo del estado.

Las vistas hacia la avenida, con tal de mantener la abstracción, no tienen ventanas. Al ser un edificio público, debe mostrar solidez. Debido a su ubicación, al límite del Parque Agua Azul, el volumen superior, donde se encuentran las oficinas, solo cuenta con ventanas que miran hacia el sur, hacia al parque.

Durante el año en que se concluiría la construcción de este edificio, también estaba programada hacer una celebración llamada El año de las artes plásticas. Con actividades culturales que durarían desde mayo de 1964 hasta enero de 1965. De modo que el gobierno estatal decidió combinar la inauguración de la Casa de las Artesanías con esta celebración. Así, el Estado destinó más recursos al inmueble para dotarlo de cuatro murales, a realizarse por artistas relevantes.

Fotografía: Paula Valadez Rivera

Al exterior se encuentran los dos primeros murales. El Sello Sol, de Carlos Mérida, se encuentra empotrado en la fachada superior del ingreso. Un mosaico azul y uno rojo en su interior, dan color sobre un muro blanco equilibrando a la vez el peso visual con respecto al hueco que se genera por el ingreso. Cabe decir, que esta es la única obra pública de Mérida en nuestro estado.

La puerta del ingreso es de hierro y soporta decenas de azulejos de barro de alta temperatura decorados por Salvador Vázquez y Jorge Wilmot. Este último, fue quien introdujo años antes la técnica de barro de alta temperatura en Tonalá, lo que ayudó a dar un nuevo impulso a las artesanías de esa localidad. En la decoración del ingreso se representa vegetación, distintos animales y nahuales propios de la tradición tonalteca.

Al interior, junto al vestíbulo se encuentran los otros dos murales. Junto a las escaleras que llevan al área de exhibición se encuentra La Muerte de las Artesanías de Roberto Montenegro. Es un mosaico de piezas de cerámica negras y marrones que representa columnas de calaveras, como tzompantli y un sol dorado bajando hacia el ocaso. Por otro lado, se encuentra un mural de José María Servín que muestra la silueta del Estado de Jalisco. En torno a él, representa algunas comunidades nativas con trajes típicos y algunas obras artesanales características.

Foto. Revista Calli 17. 1968

Con estas intervenciones del propio arquitecto, como la cantera amarilla o las celosías, además de las participaciones de los artistas y sus murales, se buscó que esta Casa de las artesanías, no solo las albergara para su venta y promoción, sino que también ellas fueran parte del edificio en sí mismo. Esto refuerza el valor que la artesanía puede tener de enriquecer a la arquitectura.

Una vez inaugurada, la Casa de las Artesanías, tuvo a cargo de la administración al Arquitecto Jorge Ramírez Sotomayor. Con él los artesanos podían acudir a registrarse para poder presentar sus piezas, generando así un directorio amplio de las diversas ramas; alfarería, vidrio soplado, hojalatería, maderas, textiles, muebles típicos, trabajo en carrizos, en papel, en hueso, hierro forjado, chilte, y otros más.

Para Sotomayor, el artesano no es un obrero, sino un personaje con visión de lo bello y lo sensible, lo que hace ya muy diferente y especial su trabajo y sus vidas. Bajo su dirección, que duró poco más de 14 años, la Casa de las Artesanías cumplió siempre con su labor. Incluso se construyó una segunda sede diseñada por él.

Con las décadas, la segunda sede desapareció. La primera, se mantuvo hasta hace pocos años, pero perdió mucho del impulso inicial. Hoy, quizá deba replantearse cuáles son las necesidades de los artesanos en el Jalisco, realmente los tiempos han cambiado. Pero sin duda, esta casa debe seguir teniendo sus puertas abiertas a los artesanos y a todos aquellos interesados en conocer un poco más de sus bellas creaciones.