por David Lozano Díaz
Se sabe que Barragán no era alguien a quien le interesara teorizar sobre su obra. Más bien prefería que otros fueran los que trataran de interpretar su quehacer arquitectónico. Sin embargo, de los pocos textos que llegó a realizar con el fin de exponer sus ideas profesionales, hay uno que resulta muy interesante.
En 1932, luego de regresar de un segundo viaje por Europa y una breve estancia en Nueva York, se encuentra que el Gobierno de Guadalajara está realizando un concurso para un espacio público. Se trata del Parque de la Revolución, para conmemorar este evento nacional. Él, junto con su hermano mayor, el también ingeniero Juan José Barragán, participan y ganan.
Junto con los planos, Luis acompañó el proyecto con una especie de manifiesto llamado Evolución. Aprovechando el título que llevaría por nombre el parque, toma la palabra Revolución, aísla la primera letra y titula de esa manera a este espacio.
El primero párrafo en este texto al que llama memorias del proyecto, es muy interesante:
“Se eligió el estilo moderno para la formación del mencionado parque, cumpliendo con el deber de todo arquitecto tiene de interpretar y desarrollar la arquitectura resultante de la época en que vive. Además, en el presente estudio, el estilo moderno es imprescindible … si se usaran para este objeto estilos de otras épocas, ya sea el colonial o cualquier otro estilo romántico, sería absurdo y arquitectónicamente significaría decadencia.”
Esto lo podemos ver reflejado en la aplicación de ciertos materiales industrializados. Tales como las luminarias, barandales de hierro y el uso del concreto armado, principalmente en las bancas, algunos muros, fuentes y en otros elementos. Esto es muy curioso y revelador porque el texto se puede interpretar como una justificación. Una que serviría para declarar un cierre a la arquitectura que venía haciendo. Pero también, una especie de apertura para la experimentación, pero sobre todo una modernización que alcanzaría antes de partir a la ciudad de México.
Antes de realizar este segundo viaje que duraría de 1931 a 1932, Barragán era totalmente fiel al movimiento regionalista que él había iniciado. Las tres últimas obras que realizó antes de partir son la Casa González Luna, la Casa Franco y la Casa Cristo. Y algo es evidente en ellas, la ornamentación está por todos lados. Las texturas, las formas, los materiales, la vegetación, el agua, los colores expresan en su nivel más alto esa ya tan conocida influencia y sincretismo entre la arquitectura vernacular de Jalisco, los dibujos de Ferdinand Bac y la arquitectura islámica.
¿Qué pudo haber pasado en este viaje que lo hizo cambiar de esta manera? Bueno, entre lo que se ha dejado conocer y cierta información que han ido descubriendo investigadores, podemos rescatar algunas cosas.
Primero, Luis pudo conocer directamente la obra de Le Corbusier. Lo que no pudo visitar lo descubrió en publicaciones que adquirió. No es que antes ignorara su persona ni su teoría, pero hasta entonces fue que terminó por aceptar la versión de modernidad que este proponía.
Segundo, pudo conocer personalmente a Ferdinand Bac, con quien pudo charlar. Curiosamente, este suceso, lejos de reforzar el regionalismo, al parecer fue punto de inflexión para dejar de ser tan explícito en la interpretación de sus libros.
Tercero, y quizá más importante, visitó por algunos meses a José Clemente Orozco en Nueva York, mientras vivía allá. En su convivencia, que era frecuente, tuvieron conversaciones sobre temas de arte, pero particularmente sobre arquitectura. Gracias a Orozco, pudo conocer también a Frederick Kiesler, amigo del pintor con quien también charlaba bastante de arquitectura.
Así, recibió de ambos, y de manera personal, influencia sobre la aplicación de una nueva arquitectura moderna. Siendo la abstracción dentro de las pinturas y grabados del muralista lo que quizá le daría mayor definición a lo que Barragán buscaba.
Si bien, las siguientes casas que realizó junto al mencionado parque un par de años después, conservan elementos del movimiento regionalista, ya muestran un aspecto depurado. Esto marca una transición o una despedida al Barragán anterior.
La lectura que se le puede dar a las memorias del proyecto Evolución es amplia. Barragán nunca abandonó realmente al cien por ciento sus mayores influencias, simplemente las depuraba, estilizaba y las perfeccionaba. De ahí que en su obra madura podamos apreciar la penumbra, la simplicidad, los jardines, el agua, el sonido y demás elementos característicos.