por David Lozano Díaz
Para los años de 1955-1956, el arquitecto Luis Barragán en asociación con el extinto Banco Internacional Inmobiliario promovieron realizar en Guadalajara un fraccionamiento llamado Jardines del Bosque. Ya con una amistad bien entablada con Mathias Goeritz prácticamente desde la llegada de este a nuestro país en octubre de 1949, el artista es invitado a realizar un motivo escultórico. Una colaboración similar como previamente se dio en Jardines del Pedregal y como la que se daría nuevamente un par de años después con Las Torres de Satélite.
La propuesta fue clara, al parecer demasiado porque desde los bocetos iniciales siempre se trató de lo mismo, un ave. El resultado final que Goeritz propuso fue la de una escultura monumental, de dimensiones mayores a las de su obra previa, El Animal Herido, siendo esta vez una geometrización triangular y figurativa del perfil de un ave alzando las alas con su pico abierto hacia el cielo.
Barragán proyectó simultáneamente una gran fuente dentro de una glorieta a pocos metros del pájaro. Aunque algo forzado, desde ciertos puntos de vista se logra el efecto de ver al pájaro introducido dentro de la fuente, como si tomara un baño. Si se enciende el chorro central, parecería que está bebiendo de la caída del agua. Aunque es real conseguir esas vistas, es dudoso saber si realmente lo pensaron de esta manera.
Según algunos bocetos y confirmado por un par de fotografías de época, la escultura del pájaro no sólo es el motivo de ingreso, sino que también era el muro perimetral que delimitaba el fraccionamiento. Separando el límite paralelo a la línea férrea que se encuentra a pocos metros.
Estos muros protegían jardines arbolados proyectados originalmente por Barragán. Lastimosamente, en pocos años esos jardines fueron lotificados y edificados por lo que los vecinos que ocuparon esos espacios pidieron demoler el muro perimetral. Ahora queda una mutilada escultura con una cola mucho más corta de la que llegó a tener.
La influencia
Como suele suceder en la conceptualización artística, no siempre la primera idea es la que se queda, sino que va evolucionando conforme más se piensa en torno a ella. Como ya se mencionó, siempre fue un ave, pero al comienzo eran formas orgánicas y se notaba que no gustaban demasiado. Repentinamente se geometrizó y a partir de ello, fueron pocos los ajustes necesarios para llevarlo a cabo.
Mathias, nacido en Danzig en 1915, que estudió la licenciatura de Historia del Arte hasta llegar a tener el doctorado bajo la misma especialidad realizando sus estudios en Alemania, fue un conocedor no sólo de las grandes obras desde el comienzo de la historia de la humanidad misma, sino que también fue un profundo interesado por la obra de su tiempo.
Conocedor y curioso de todos los movimientos artísticos que tenían como punto de partida al continente europeo, se interesó por volverse él mismo un artista y para lograrlo, había que hacer lo que el resto de artistas estaban haciendo, arte moderno. Cambiar los paradigmas de lo establecido por el academicismo. Durante los años en que residió en España de 1945 a 1949 junto con su esposa Marianne Gast, es evidente la afinidad de Mathias en su obra temprana por ciertos artistas de este país, sobre todo en el caso de Joan Miró.
De ahí que se vuelve relevante una pintura que realizara por el pintor Pablo Picasso, aclarando no se encontraba en España al mismo tiempo que Mathias, debido a su autoexilio en Francia ante la dictadura franquista que se encontraba en pleno apogeo.
Goeritz, de alguna manera debió de haber conocido, al menos por fotografías, una pintura de formato pequeño del movimiento cubista en el que se puede observar un encuadre a las ramas gruesas de un árbol con pequeños brotes de hojas verdes; sobre estas ramas, un ave negra de perfil, geometrizada, alzando sus alas. Son cuatro triángulos los que dan la forma al animal. Tiene un par de ojos blancos dentro de uno de los triángulos y sobre este su pico de color rojo alzado al cielo. La pintura se llama Bird on a tree, que data de 1928 y pertenece en la actualidad a la colección del Museo Solomon R. Guggenheim. Es claro a dónde voy con esto.
Otro punto interesante es que, Mathias Goeritz escribió un artículo llamado Introito Amistoso para la revista Arquitectura México en su número 101 en el año de 1969, dedicado a la ciudad de Guadalajara. En su texto recuerda con añoranza sus primeros años en nuestro país, y cómo para él fueron de gran significado. Al texto lo acompaña un boceto firmado por Mathias, donde se entiende es parte de la conceptualización para realizar la escultura en cuestión.
El boceto a lápiz muestra el contorno de la abstracción de un ave geometrizada, de la que su forma, acabada en cuadro puntas, sin el trazo de algún pico, está dispuesto en una posición muy similar a la de la pintura de Picasso. De este boceto estilizado, él fue haciendo ligeras modificaciones que por el material empleado le pedían considerar de otra manera su soporte estructural, además de la funcionalidad como muro perimetral.
Parece no haber registro donde el autor sugiera y mucho menos declare, que su escultura tiene influencia alguna de la obra de Picasso o de alguien más, pero es un hecho que conocía plenamente la obra del artista español y sólo hace falta ver las dos imágenes para darse cuenta del parecido que hay en ambas.
El objetivo no es evidenciar un plagio. Quien ha estudiado a Mathias podrá ver esta práctica en otros casos, pero no solamente para con Mathias, ha pasado, y pasa con otros artistas de suma importancia para la historia. En realidad, se trata de mostrar que al final, en el ámbito artístico no se está creando, se está recordando, siempre que se haga de manera propositiva y abonando en el avance de la disciplina. Y el ejemplo de ver cómo un artista se nutre de lo que está en su ambiente, su contexto histórico y actual, es lo que lo ayuda a volverse grande.
Agradezco al Arquitecto Carlos Ochoa que de una conversación con él surgió la inspiración para este artículo al dar la referencia de la pintura de Picasso.
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